Es la argumentación
un obstáculo?
Invitación a un debate
Nicolas Balacheff
Laboratoire Leibniz
Grenoble, France
El primer diagnóstico acerca de cuáles
podrían ser los orígenes de la dificultad para
enseñar y aprender la demostración en
matemáticas ha sido formulado en términos de
la naturaleza del contrato didáctico que emerge
naturalmente de las posiciones del alumno y el docente con
respecto a los saberes en juego. Dado que el docente es el
garante de la legitimidad y de la validez
epistemológica de lo que se construye en la clase,
eso parecería implicar que el alumno se vería
privado de un acceso auténtico a una
problemática de la verdad y de la prueba. La
superación de esta dificultad inherente a los
sistemas didácticos puede ser investigada en
situaciones que permiten la devolución a los alumnos
de la responsabilidad matemática sobre sus
producciones, lo que significa la desaparición del
docente de los procesos de toma de decisión durante
la resolución de un problema en favor de un esfuerzo
de construcción de medios autónomos de prueba
por parte de los alumnos.
La argumentación:
Una problemática que surge del estudio de la
interacción social
La interacción social entre los alumnos se
manifiesta claramente como un instrumento potente que sirve
para favorecer los procesos de devolución a los
alumnos de la responsabilidad matemática sobre la
actividad y las producciones de ellos. Tanto es así
que la interacción social ha llegado a ser
considerada por algunos como la mejor respuesta a los
problemas planteados. La retórica de quienes
mantienen tal postura se articula alrededor de la idea de
que el relegamiento del docente al rol de guía o
animador de los aprendizajes abre el camino, como
consecuencia de tal paso al costado, a una auténtica
construcción de conocimientos.
Tanto yo como otros investigadores hemos
estudiado esas situaciones durante los años 80. Los
trabajos de aquella época me parecen haber confirmado
el caracter productivo y esencial de la interacción
social, sin embargo esos trabajos tambien, y sobre todo,
revelaron que por su misma naturaleza estos tipos de
interacción fomentan procesos y comportamientos
sociales que se oponen a la construcción de una
problemática matemática, o en general
científica, de la prueba por parte de los alumnos.
Estos procesos y comportamientos podrían organizarse
en el seno de un mismo tema de referencia, a saber la
cuestión de la argumentación. En aquel
entonces, a modo de apoyo de la conjetura didáctica
según la cual una problemática de la
argumentación vendría a oponerse a una
problemática matemática de la prueba, yo
cité las proposiciones que surgen de los trabajos de
Perelman, en particular:
"mientras que la demostración, bajo su
forma más perfecta, es una sucesión de
estructuras y de formas cuyo desarrollo no puede
recusarse con éxito, la argumentación tiene
un carácter no restrictivo. La
argumentación deja al autor en una disyuntiva, en
una duda, le da la libertad de elegir; aún cuando
la argumentación propone soluciones racionales,
ninguna de ellas necesariamente lo obliga" (Perelman,
1970, p. 41, traducción del francés)
Aun sin llegar al extremo de una concepción de la
demostración "en su forma más perfecta," lo
que haríamos si tomáramos el punto de vista de
la práctica de los matemáticos, existe una
oposición fundamental en lo que hace a como esos dos
géneros de discurso contribuyen a una
problemática de la validación. Esta
oposición afecta tanto la cuestión de la
prueba como la de la refutación, un hecho que suele
pasarse por alto. En ese sentido, el tratamiento ad hoc de
contraejemplos por parte de los alumnos, como lo ilustran
varios estudios experimentales, sugiere que los
contraejemplos se ven como objeciones más que como
refutaciones que indican una contradicción.
La argumentación:
Una problemática que surge del estudio de las
producciones verbales
Las relaciones entre la argumentación y la
demostración han sido estudiadas desde perspectivas
cognitivas y linguísticas en el pasado. Hace falta
entonces explorar la complejidad cognitiva de cada
género, la relación al conocimiento que cada
género implica o favorece, apoyando tal estudio sobre
los análisis de texto y de los usos de la lengua.
Para situar la problemática de tal
aproximación, tomando prestada una idea de
Jean-Blaise Grize: argumentar es sin duda una actividad con
propósitos, pero es una actividad discursiva (donde
el discurso sin embargo es concebido como una actividad
social).
La argumentación y la
demostración se ven menos distinguidas de acuerdo con
el género de los textos que les
corresponden&emdash;Raymond Duval indica que la distancia
discursiva entre ellos es frágil&emdash;que de
acuerdo con el status y el funcionamiento de los enunciados,
y por lo tanto de acuerdo con el funcionamiento del saber
puesto en juego. La argumentación, dado que su
funcionamiento parece surgir naturalmente de
prácticas ordinarias de discurso no permite la
identificación de las modificaciones en status y en
funcionamiento de los conocimientos, modificaciones
requeridas por el trabajo matemático, y como
contrapartida la modificación del funcionamiento del
discurso mismo.
El examen de las relaciones entre la
argumentación y la demostración en esta
aproximación centrada sobre el análisis del
discurso me parece una manera de consolarse de los efectos
de la conjetura de que hay una relación de conflicto
entre los dos géneros tan pronto como uno toma la
perspectiva del aprendizaje de la matemática. Raymond
Duval concluye que "el desarrollo de la argumentación
aun en sus formas más elaboradas no abre los ojos
hacia la demostración. Un aprendizaje
específico e independiente es necesario en lo que
concierne al razonamiento deductivo" (utilizando aqui,
equivocadamente en mi opinion, razonamiento deductivo como
sinónimo de demostración). Duval concluye que
la demostración requiere un aprendizaje
"específico e independiente."
Sin embargo, el estudio naturalista de las interacciones
en la clase, tal como lo realizan Paul Cobb y su equipo,
sugiere la posibilidad de una argumentación
matemática a la cual los alumnos accederían
mediante la práctica de discussiones reguladas por
normas sociomatemáticas (sociomathematical norms) que
emergerían de las interacciones entre el docente y
los alumnos (el docente es visto como un representante de la
comunidad matemática). En esta aproximación,
la construcción de una racionalidad matemática
(la demostración no se enseña como tal) y la
argumentación están estrechamente ligadas.
Diferentes concepciones teoricas
de la argumentación
La diversidad que podemos percibir en las
problemáticas de la argumentación y de sus
relaciones con las matemáticas, en particular con la
demostración, es debida fundamentalmente, segun
entiendo, a diferencias profundas entre los problemas
teóricos de investigación en esa area. No
haré aqui un análisis de las diversas
problemáticas de la argumentación, sino que
apoyándome en la síntesis propuesta por
Christian Plantin en sus Ensayos sobre la
argumentación, trataré de dar una idea de la
importancia de tomar en cuenta esta diversidad. Tres
autores, dado el contraste entre sus problemáticas y
su distancia, pueden ser usados para establecer un sistema
de referencia con respecto a los cuales uno puede situar los
trabajos sobre la argumentación: Chaïm Perelman,
Stephen Toulmin y Oswald Ducrot.
Siguiendo a Perelman se considera que la
argumentación se caracteriza menos por la
consideración de su objeto que por la
consideración de su auditorio; la
argumentación no busca tanto establecer la validez de
un enunciado como obtener la adhesión del auditorio.
Tomando la expresión de Plantin, en esta concepcion
de la argumentación, un enunciado tiene un valor de
razon, hasta de verdad, tan pronto como un individuo lo
acepta.
Toulmin, en contraste, relaciona la
validez de un enunciado primeramente a la estructura del
discurso (su racionalidad) que la defiende y entonces hace
que aquella validez fundamentalmente dependa de la validez
de las premisas en el seno de una comunidad (de un dominio)
de referencia donde la validez de estas premisas se
establece de acuerdo a algunas reglas.
"[Una argumentación], es la
exposición de una tesis controvertida, el examen
de sus consecuencias, el intercambio de pruebas y buenas
razones que la sostienen, y una clausura bien o mal
establecida."
Independientemente de los dominios [de
conocimiento], el discurso argumentativo se organiza
según un modo ternario que permite el paso de datos
hacia una conclusión bajo el control frecuentemente
implícito de una "habilitación para inferir"
(a este esquema pueden agregársele indicadores de
fuerza o de restricción que permitan tomar en cuenta
una posible incertidumbre a propósito de la
inferencia).
Ducrot coloca la argumentación en
el centro de la actividad de hablar. Como lo subraya
Plantin, "en esta problemática, no se puede no
argumentrar." La estructura de la sucesión de
argumentos juega un rol determinante: la fuerza de un
argumento no vendrá ni de sus características
"naturales" ni de sus características racionales,
sino de su lugar en el enunciado. Es mediante la estructura
que se significa, que se muestra una orientación que
permite recibir "R como el objetivo intencional de P," o "R
como una consecuencia posible de P." El análisis de
los nexos (palabras que ligan el texto) tiene en la postura
de Ducrot una importancia particular puesto que son ellos
los que ponen las piezas de información contenidas en
un texto al servicio de su intención argumentativa
global. La polifonía de los nexos, finalmente,
permite poner en escena en el discurso no solamente al
locutor sino tambien su protagonista potencial, "P pero Q"
sugiere un sujeto que adhiere a P y ante quien el locutor
objeta Q.
Es preciso indicar que la referencia a una u otra
concepción de la argumentación puede hacernos
adoptar una posición diferente en lo que atañe
a qué puede representar la argumentación en la
práctica de las matemáticas, en particular
teniendo como objetivo su enseñanza y en
relación con la demostración. Si uno se alinea
con Toulmin parecería posible imaginar una
solución de continuidad de la argumentación a
la demostración; y por qué no considerar a la
demostración como un género argumentativo
particular (yo ignoro si Toulmin establece la
oposición entre argumentación y
demostración que los otros enfoques subrayan). Como
contrapartida, la existencia de tal solución de
continuidad parece dudosa si uno se alinea con las
proposiciones de Perelman o Ducrot.
Los riesgos de reconocer una
argumentación matemática
Mi postura en este momento en que reflexiono al respecto
me llevaría a considerar que en la
argumentación hay un doble movimiento de
persuasión y de prueba. Si bien uno puede dudar en
ciertas disputas en las cuales la buena fe no implica rigor,
uno puede en contraste suponer que dentro de una perspectiva
científica deben de excluirse la traición y la
mentira (una suposición ideal sin la cual nuestro
objeto mismo perdería todo sentido).
- La argumentación pretende llevarse la
adhesión de un auditorio, pero implica ello decir
junto con Perelman que la argumentación no es nada
más que aquello?
- La argumentación tiene un objeto, la validez
de un enunciado. Pero las fuentes de la competencia
argumentativa se encuentran en la lengua natural y en
prácticas donde las reglas son frecuentemente de
una naturaleza profundamente diferente a lo que requieren
las matemáticas, prácticas que están
profundamente marcadas por los interlocutores y sus
circunstancias. En este sentido, yo estaría
dispuesto a decir que los marcos teóricos de
Toulmin y Ducrot, de maneras menos radicales que
Perelman, aun otorgan un lugar central a las regulaciones
sociales y pragmáticas. Ahora bien, si uno postula
la sinceridad de los interlocutores en el campo de las
prácticas científicas, la
argumentación debera satisfacer las condiciones de
entrada en una problemática del conocimiento que
implique la descontextualización del discurso, la
desaparición del actor y del tiempo. Estas
condiciones se oponen a la naturaleza profunda de la
argumentación, cualquiera sea la
problemática a la que uno la quiera asociar.
Yo afirmaré entonces que no hay tal
argumentación matemática en el sentido
frecuentemente sugerido de una práctica argumentativa
en matemáticas que se caracteriza por estar libre de
algunas de las restricciones que pesan sobre la
demostración. Esto no significa sin embargo que todo
discurso matemático que busque establecer la validez
de un enunciado haya siempre tenido y pueda siempre tener
las características de una demostración. Es
una riqueza de las lenguas romances lo que nos permite
distinguir entre prueba y demostración, imponiendo a
la primera las exigencias ligadas a la participación
en la construcción de una obra de conocimientos, sin
por otra parte someterla a las exigencias formales de la
segunda.
Si bien no hay argumentación
matemática, existe sin embargo una
argumentación en matemáticas. La
resolución de problemas, en la cual se podría
decir que todas las movidas son permitidas, es un lugar
donde pueden desarrollarse prácticas argumentativas
que retoman medios operativos provenientes de otras areas
(metáfora, analogía, abducción,
inducción, etc.) que deberán desaparecer al
momento de la construcción de un discurso que sea
aceptable según las reglas propias de las
matemáticas. Resumiré en una expresión
sintética el lugar que yo veo posible para la
argumentación en matemáticas, a tono con el
sentido del concepto de la unidad cognitiva de los teoremas
desarrollado por los colegas italianos:
La argumentación es a
la conjetura como la demostración es al
teorema.
Una consecuencia que algunos podrán juzgar
catastrófica es que de manera similar a la
resolución de problemas, la argumentación se
resiste a toda tentativa de enseñanza directa (por
supuesto, yo no confundo aqui el aprendizaje de la
argumentación y el aprendizaje de la
retórica).
La argumentación:
Un obstáculo epistemológico para el
aprendizaje de la demostración
A modo de conclusión de este breve ensayo, desde
el punto de vista del aprendizaje, yo no sostengo ni la
tesis de continuidad ni la tesis de ruptura entre
argumentación y demostración (o prueba en
matemática); prefiero proponer que se reconozca la
existencia de una relación compleja y constitutiva
del sentido de cada una de ellas: la argumentación se
constituye en obstáculo epistemológico al
aprendizaje de la demostración, y más
generalmente de la prueba en matemáticas.
Comprender la demostración implica
construir una relación particular al conocimiento
como aquello que esta en juego en una construcción
teórica, y por lo tanto implica renunciar a las
libertades que uno podría tomarse, personalmente, en
el juego de la argumentación. Dado que este
movimiento hacia la racionalidad matemática no puede
lograrse salvo si se toma conciencia efectiva de la
naturaleza de la validación en matemáticas, se
provocarán al mismo tiempo la construcción de
la argumentación y de la demostración. La
argumentación en las prácticas ordinarias es
espontánea, nos dicen los que trabajan en el
análisis del discurso. Desarrollada en los
intercambios familiares, en el patio de la escuela, en
circunstancias variadas y frecuentemente inocentes, la
competencia argumentativa del alumno está hecha a la
medida de las prácticas familiares: va de suyo. La
clase de matemáticas es uno de los lugares donde la
existencia de aquella práctica puede descubrirse pues
de pronto ella se manifiesta inadecuada (pero las
situaciones que logran este efecto son difíciles de
construir). A mi modo de ver sería un error de
carácter epistemológico dejar creer a los
alumnos, en una suerte de efecto Jourdain, que ellos son
capaces de producir una prueba cuando no han hecho otra cosa
que argumentar.
Finalmente, un asunto que no he atacado pero que no puede
olvidarse, una diferencia importante que separa la
argumentación de la demostración es la
necesidad de la segunda de existir en relación a una
axiomática explícita. Puede ser debido a que
la época de las matemáticas modernas a dejado
demasiados malos recuerdos, la idea de ligar
demostración y axiomática parece
frecuentemente suscitar inquietudes y a veces una
oposición cerrada, pero sin embargo, se podrá
evitar esa asociación por mucho más tiempo sin
reducir la demostración a una retórica
particular y las matemáticas a un juego de
lenguaje?
Algunas lecturas
Ducrot O. (1980) Les échelles
argumentatives. Paris : les éditions de
Minuit.
Duval R. (1991) Structure du raisonnement déductif
et apprentissage de la démonstration. Educational
Studies in Mathematics 22(3) 233-261.
Duval R. (1992) Argumenter, démontrer, expliquer :
continuité ou rupture cognitive ? Petit
X 31, 37-61.
Perelman Ch. (1970) Le champ de l'argumentation.
Bruxelles : Presses Universitaires.
Plantin C. (1990) Essais sur l'argumentation.
Paris : Editions Kimé.
Yackel E, Cobb P. (1996) Sociomathematical norms,
argumentation, and autonomy in mathematics. Journal for
Research in Mathematics Education 27(4)
458-477.
©
N. Balacheff 1999
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